Tres veces me enamoré, pero una aún atormenta mi memoria

Me he enamorado tres veces en mi vida, pero es el primer amor el que aún persiste en los rincones de mi memoria, proyectando largas sombras sobre los demás. Fue un amor que prometió todo y entregó desamor. Esta es la historia de mí, Jessica, y Nicolás, el que se escapó.

Tenía 16 años, llena de sueños y nociones ingenuas sobre el amor, cuando Nicolás entró en mi vida. Era todo lo que una adolescente podría desear: amable, atento y ambicioso. Tenía planes para cambiar el mundo, y yo le creía. Éramos jóvenes, pero estábamos serios el uno con el otro. Compartimos nuestro primer beso bajo el cielo estrellado de nuestro pequeño pueblo en España, y desde ese momento, fui irrevocablemente suya.

Nicolás era un año mayor que yo, y después de un año maravilloso juntos, recibió una beca para una prestigiosa universidad en otra ciudad. Prometimos hacer que funcionara, superar la distancia. Pero a medida que las semanas se convertían en meses, la distancia entre nosotros se convirtió en algo más que millas. Las llamadas telefónicas se hicieron menos frecuentes, y las cartas que yo atesoraba comenzaron a disminuir.

Seis meses después de su viaje universitario, recibí la carta que destrozó mi joven corazón. Nicolás quería terminar. Dijo que había cambiado, que ambos habíamos cambiado, y era mejor terminar las cosas ahora antes de que llegáramos a resentirnos el uno al otro. Estaba devastada. No podía comer, no podía dormir, y mis calificaciones sufrieron. Sentía que había perdido una parte de mí misma.

Quizás si Nicolás no se hubiera ido, nuestra historia habría tenido un final diferente. Tal vez podríamos haber crecido juntos, adaptándonos a los cambios del otro. Tal vez mi hija, Savannah, habría tenido una familia normal, con un padre presente, en lugar de una figura sombría en el pasado de su madre.

Después de Nicolás, hubo otros: Justin, que era amable pero le faltaba ambición, y Alejandro, que era ambicioso pero no amable. Ninguno pudo llenar el vacío que Nicolás dejó. A menudo me pregunto si Nicolás alguna vez piensa en mí, si alguna vez lamenta su decisión. Pero en el fondo, sé que es inútil detenerse en los «qué pasaría si».

La ruptura me enseñó sobre la fragilidad del amor y el dolor de crecer. Fue una lección dura, pero una que me formó en la persona que soy hoy. Aprendí a ser fuerte por Savannah, a ser tanto madre como padre para ella. Aprendí a proteger mi corazón, a no entregarlo tan libremente.

Nicolás siempre será parte de mi pasado, un recuerdo agridulce que ocasionalmente visito pero en el que ya no me detengo. He seguido adelante, pero el eco de mi primer amor aún susurra en los momentos de quietud, un fantasma de una vida que podría haber sido.