«Mi Marido es 15 Años Mayor: Pero Solo Soy su ‘Cajero Automático'»

Nunca imaginé que mi vida tomaría un giro así. Crecí pensando que me casaría con alguien de mi edad, alguien que compartiera mis intereses y sueños. Pero la vida tenía otros planes para mí.

Me llamo Victoria y trabajo en la librería de mi familia en un pequeño pueblo de Castilla-La Mancha. La tienda ha estado en nuestra familia durante generaciones y es más que un negocio; es parte de nuestro legado. Después de la universidad, decidí volver a casa y ayudar a mis padres a llevar la tienda. Era un trabajo cómodo, no muy exigente, y me permitía estar cerca de mi familia.

Hace unos años, decidimos renovar la librería. Fue un gran proyecto, pero todos estábamos emocionados. La renovación tomó varios meses y, cuando finalmente terminó, mis padres decidieron organizar una gran fiesta de reinauguración. Invitaron a todos sus amigos y a algunos de nuestros clientes habituales. Fue una ocasión alegre, llena de risas y celebración.

Fue entonces cuando conocí a Roberto. Era uno de los invitados a la fiesta, amigo de un amigo. Roberto era encantador, sofisticado y 15 años mayor que yo. Tenía una manera de hacerme sentir especial, como si fuera la única persona en la sala. Empezamos a hablar y, antes de darme cuenta, estábamos saliendo.

Al principio, todo parecía perfecto. Roberto era atento y cariñoso. Me sorprendía con pequeños regalos y me llevaba a cenas elegantes. Sentía que vivía en un cuento de hadas. Pero con el tiempo, las cosas empezaron a cambiar.

Roberto comenzó a mostrar su verdadera cara. Era controlador y manipulador. Me criticaba por pasar demasiado tiempo en la librería y no suficiente con él. Quería que dejara mi trabajo y me mudara con él. Al principio dudé, pero me convenció de que era lo mejor.

Me mudé con Roberto y fue entonces cuando las cosas realmente empezaron a ir mal. Se volvió más exigente y menos cariñoso. Constantemente me pedía dinero, alegando que lo necesitaba para varios gastos. Al principio no me importaba ayudarle, pero pronto quedó claro que me estaba utilizando.

Roberto tenía un problema con el juego, algo que había ocultado cuando nos conocimos. Pasaba horas en el casino, perdiendo grandes sumas de dinero. Cuando se quedó sin fondos propios, recurrió a mí. Me convertí en su cajero automático personal, siempre rescatándolo de sus problemas financieros.

Intenté hablar con él sobre el tema, pero siempre se ponía a la defensiva y se enfadaba. Me acusaba de no confiar en él y me hacía sentir culpable por cuestionarlo. Me sentía atrapada e impotente.

Mis padres notaron que algo andaba mal. Veían que estaba infeliz y estresada. Intentaron hablar conmigo al respecto, pero me daba demasiada vergüenza admitir lo que realmente estaba pasando. No quería que supieran que había cometido un error tan terrible.

Un día llegué a mi límite. Roberto había perdido otra gran suma de dinero en el casino y exigía que le diera más. Cuando me negué, se volvió violento. Me gritó, me insultó y empezó a lanzar cosas por el apartamento. Supe entonces que tenía que salir de allí.

Hice las maletas y me fui mientras él no estaba. Volví a casa de mis padres y les conté todo. Fueron comprensivos y me apoyaron, pero pude ver la decepción en sus ojos.

Han pasado unos meses desde que dejé a Roberto. Estoy de vuelta en la librería, tratando de reconstruir mi vida. No es fácil, pero lo estoy tomando un día a la vez. He aprendido mucho de esta experiencia, pero es una lección que ojalá no hubiera tenido que aprender de esta manera.