«Mi Exmarido Me Engañó Durante Años. Me Derrumbé Cuando Nuestro Hijo Dijo: ‘Mamá, Quiere Despedirse'»
Conocí a Juan cuando tenía solo 17 años. Era encantador, divertido y parecía tener su vida en orden. Nos enamoramos rápidamente y nos casamos cuando yo tenía 19, justo después de terminar la escuela de enfermería. Mis padres no estaban encantados; querían que fuera a la universidad y construyera una carrera. Pero yo era joven y estaba enamorada, y pensé que Juan y yo podríamos conquistar el mundo juntos.
Durante los primeros años, las cosas fueron bien. Tuvimos a nuestro hijo, Miguel, cuando yo tenía 21 años. Juan trabajaba como mecánico y yo conseguí un trabajo en una clínica local. No éramos ricos, pero éramos felices—o eso creía yo.
Cuando Miguel tenía unos 10 años, las cosas empezaron a cambiar. Juan se volvió distante e irritable. Llegaba tarde a casa, a menudo con excusas poco convincentes sobre trabajo extra o ayudar a un amigo. Traté de creerle, pero en el fondo sabía que algo andaba mal.
Fue por esa época cuando mi suegra sugirió que considerara trabajar en el extranjero. Tenía una amiga que se había mudado a Italia y había encontrado un buen trabajo como enfermera. El dinero era mucho mejor que lo que yo ganaba aquí, y estábamos pasando apuros económicos. Después de mucho deliberar, decidí irme. Fue una de las decisiones más difíciles que he tomado, dejar a Miguel con Juan y mi suegra.
Me mudé a Italia y comencé a trabajar en un hospital en Roma. El trabajo era exigente, pero el sueldo era bueno. Enviaba dinero a casa cada mes y visitaba tan a menudo como podía. Pero cada vez que volvía, las cosas parecían peor entre Juan y yo. Él estaba aún más distante y Miguel parecía estar atrapado en medio de nuestra relación tensa.
Un día, después de unos cinco años trabajando en Italia, recibí una llamada de Miguel. Estaba llorando y apenas podía hablar. «Mamá,» dijo, «Papá quiere despedirse.» Mi corazón se hundió. Sabía que algo terrible había pasado.
Volé de inmediato a España. Cuando llegué, descubrí que a Juan le habían diagnosticado cáncer terminal. Le quedaban solo unas pocas semanas de vida. A pesar de todo, sentí una punzada de tristeza por el hombre al que una vez amé.
Juan pidió verme a solas una noche. Se veía frágil y débil, una sombra del hombre que solía ser. «Lo siento,» dijo, con lágrimas corriendo por su rostro. «Te engañé durante años. No te merecía.»
Sentí una mezcla de ira y tristeza. Todos esos años de sospechas y dudas se confirmaron en ese momento. Pero no había tiempo para la ira; a Juan no le quedaba mucho tiempo.
Miguel y yo nos quedamos con él hasta el final. Falleció tranquilamente una noche, sosteniendo la mano de nuestro hijo.
Después de la muerte de Juan, Miguel y yo intentamos recomponer nuestras vidas. No fue fácil. La traición aún dolía y la carga financiera era pesada sin los ingresos de Juan. Continué trabajando en Italia, pero las visitas a casa estaban llenas de una sensación de pérdida y dolor no resuelto.
Al final, no hubo un final feliz para nosotros. La traición de Juan dejó cicatrices que nunca sanarán del todo. Pero la vida sigue, y hacemos lo mejor para seguir adelante.