«Mi Cuñada Se Aprovechó de Mi Marido, y No Pude Evitarlo»
Cuando conocí a Javier, era todo lo que siempre había querido en una pareja: amable, trabajador e increíblemente solidario. Nos enamoramos rápidamente y nos casamos en menos de un año. Sin embargo, no pasó mucho tiempo antes de darme cuenta de que nuestra relación tenía un tercer elemento: su hermana, Marta.
Marta siempre había sido muy cercana a Javier. Como el hermano mayor, él sentía una gran responsabilidad hacia ella, especialmente después de que sus padres fallecieran cuando eran adolescentes. Marta tenía una habilidad especial para meterse en problemas financieros, y Javier siempre estaba ahí para sacarla de apuros. Al principio, admiraba su dedicación a la familia, pero pronto quedó claro que Marta se estaba aprovechando de su generosidad.
La primera vez que noté que algo andaba mal fue cuando Javier y yo estábamos planeando nuestra luna de miel. Habíamos ahorrado durante meses, pero justo una semana antes de nuestro viaje, Marta llamó en pánico. Había perdido su trabajo y no podía pagar el alquiler. Sin consultarme, Javier transfirió una parte significativa de nuestros ahorros a su cuenta. Nuestros planes de luna de miel se pospusieron.
Intenté ser comprensiva. Después de todo, la familia es importante. Pero con el tiempo, las solicitudes de dinero de Marta se volvieron más frecuentes y más exigentes. Necesitaba ayuda con los pagos del coche, los préstamos estudiantiles e incluso las compras del supermercado. Cada vez, Javier recurría a nuestra cuenta conjunta sin dudarlo.
Decidí hablar con Javier al respecto. «Ahora tenemos nuestra propia familia en la que pensar,» le dije. «No podemos seguir sacando a Marta de apuros cada vez que se mete en problemas.»
Javier parecía dividido. «Lo sé, pero es mi hermana. No tiene a nadie más.»
Sugerí establecer límites: tal vez ayudarla a encontrar un trabajo o ofrecerle asesoramiento financiero en lugar de simplemente darle dinero. Javier estuvo de acuerdo, pero los viejos hábitos son difíciles de romper. Al mes siguiente, Marta llamó nuevamente, esta vez necesitando dinero para facturas médicas. Javier ni siquiera lo dudó.
Nuestra situación financiera comenzó a deteriorarse. Tuvimos que reducir nuestros gastos y el estrés empezó a afectar nuestra relación. Sentía que estaba compitiendo constantemente con Marta por la atención y los recursos de Javier. Cada vez que intentaba hablar con él sobre el tema, se ponía a la defensiva.
«Es familia,» decía. «No lo entenderías.»
Una noche, después de otra acalorada discusión sobre dinero, decidí tomar cartas en el asunto. Llamé a Marta y le pedí que nos encontráramos para tomar un café. Cuando nos sentamos, le expuse todo.
«Marta, entiendo que estás pasando por un momento difícil, pero Javier y yo también estamos luchando. No podemos seguir apoyándote financieramente.»
Marta me miró con una mezcla de sorpresa e ira. «Javier siempre ha estado ahí para mí,» dijo. «¿Por qué intentas interponerte entre nosotros?»
«No estoy intentando interponerme,» respondí. «Pero ahora tenemos nuestra propia familia en la que pensar. Necesitamos establecer algunos límites.»
Marta salió del café sin decir una palabra más. Cuando llegué a casa, Javier estaba furioso.
«¿Cómo pudiste hacer eso?» gritó. «¡Es mi hermana!»
«Lo hice porque necesitamos empezar a pensar en nuestro futuro,» dije, tratando de mantener la voz firme.
Pero ya era demasiado tarde. El daño estaba hecho. Javier y yo nos distanciamos cada día más. Nuestras discusiones se volvieron más frecuentes e intensas. Finalmente, dejamos de hablar por completo.
Un día llegué a casa y encontré una nota de Javier en la mesa de la cocina. «No puedo seguir con esto,» decía. «Me voy a quedar con Marta por un tiempo.»
Y así, mi matrimonio terminó. Marta había ganado.