«Mi Amiga Decidió Divorciarse de su Marido en su Edad Dorada»: Estaba Cansada de la Vida en la Ciudad

María y José habían estado casados por más de 30 años. Se conocieron en la universidad, se enamoraron rápidamente y se casaron poco después de graduarse. Se mudaron a Madrid, donde José consiguió un trabajo prometedor en finanzas, y María trabajaba como maestra de escuela. La vida parecía perfecta, al menos en la superficie.

Su hija, Gracia, nació unos años después de su matrimonio. María dejó de enseñar para criarla, y la carrera de José continuó prosperando. Vivían en un cómodo apartamento en el centro de Madrid, disfrutaban de vacaciones y asistían a eventos sociales. Pero con el paso de los años, las grietas en su relación comenzaron a mostrarse.

José siempre estaba ocupado con el trabajo, a menudo llegaba tarde a casa o viajaba por negocios. María se sentía cada vez más aislada y sola. Extrañaba la vida más sencilla que había conocido al crecer en un pequeño pueblo de Castilla-La Mancha. El bullicio de la vida en la ciudad, que una vez fue emocionante, ahora se sentía abrumador y asfixiante.

Cuando Gracia cumplió 18 años y se fue a la universidad, María se encontraba sola en su apartamento más a menudo que no. Las ausencias de José se hicieron más frecuentes, y cuando estaba en casa, apenas hablaban. El amor que una vez los unió se había desvanecido en un recuerdo distante.

Una tarde, María se confesó con su amiga Noelia mientras tomaban un café. «No puedo más,» dijo, con lágrimas en los ojos. «Estoy cansada de esta ciudad, cansada de estar sola. Quiero volver a Castilla-La Mancha.»

Noelia escuchó con simpatía. «¿Has hablado con José sobre cómo te sientes?» preguntó.

María negó con la cabeza. «No lo entendería. Está tan envuelto en su trabajo que ni siquiera nota lo infeliz que soy.»

Unas semanas después, María reunió el valor para hablar con José. Le contó cómo se sentía, cómo anhelaba una vida más sencilla lejos de la ciudad. José escuchó pero parecía distante y desinteresado. «No puedo simplemente dejar mi trabajo,» dijo. «Esta es nuestra vida ahora.»

María sintió una punzada de decepción pero no se sorprendió. Esperaba esta reacción. Esa noche, tomó una decisión que cambiaría su vida para siempre.

A la mañana siguiente, empacó sus maletas y dejó una nota para José. «Me voy a Castilla-La Mancha,» decía. «Necesito encontrarme a mí misma otra vez.»

María se mudó a una pequeña casa en su pueblo natal y comenzó a enseñar en la escuela local. Se reconectó con viejos amigos y comenzó a sentir una paz que no había sentido en años. Pero la soledad aún persistía. Extrañaba terriblemente a Gracia y sentía el peso de su matrimonio fallido.

José nunca intentó contactarla. Continuó con su vida en Madrid como si nada hubiera cambiado. Gracia visitaba a su madre ocasionalmente pero estaba ocupada con su propia vida y estudios.

Pasaron los años y María envejeció. A menudo se preguntaba si había tomado la decisión correcta. Había encontrado algo de felicidad en Castilla-La Mancha pero a costa de su familia. El amor que una vez conoció se había ido, reemplazado por un sentimiento persistente de arrepentimiento.

Al final, María se dio cuenta de que la vida está llena de decisiones difíciles y que a veces no hay soluciones perfectas. Había elegido un camino que le trajo algo de paz pero también le dejó con un vacío que nunca podría llenarse.