«Hija Vuelve a Casa Embarazada: ¿Debería Decírselo a su Marido?»

Carolina estaba sentada en su sillón favorito, la suave luz de la televisión proyectando sombras en el salón. Era una noche tranquila, uno de esos raros momentos en los que ella y su marido, Bruno, podían relajarse y disfrutar de la compañía mutua. La tranquilidad se vio abruptamente interrumpida por un golpe en la puerta.

«¿Quién será a estas horas?» murmuró Bruno, levantándose de su asiento.

Carolina lo siguió hasta la puerta, con la curiosidad despertada. Cuando la abrieron, se encontraron con una escena que los dejó sin palabras. Allí estaba su hija, Adela, sosteniendo a su hijo pequeño, Gianna, y una gran maleta.

«¡Adela! ¿Qué haces aquí? ¿Por qué no llamaste?» exclamó Carolina, con una voz mezcla de sorpresa y preocupación.

Los ojos de Adela estaban rojos e hinchados de tanto llorar. Tomó una profunda respiración antes de hablar. «Mamá, papá, me voy a divorciar. Brian ha estado viendo a otra mujer.»

Las palabras quedaron suspendidas en el aire como una nube oscura. Carolina sintió que su corazón se hundía. Siempre había pensado que Adela y Brian tenían un matrimonio fuerte. Tenían sus altibajos como cualquier pareja, pero esto era completamente inesperado.

«Entra, entra,» dijo Bruno, apartándose para dejarlos pasar. «Hablemos de esto.»

Mientras se acomodaban en el salón, Adela comenzó a explicar la situación. Brian había estado distante durante meses, siempre trabajando hasta tarde y poniendo excusas para evitar pasar tiempo con ella y Gianna. Ella había sospechado que algo andaba mal pero nunca imaginó que él sería infiel.

«Lo descubrí hace unas semanas,» dijo Adela, con la voz temblorosa. «Lo confronté y ni siquiera lo negó. Simplemente dijo que ya no era feliz y que quería estar con ella.»

Carolina extendió la mano para sostener la de su hija. «Lo siento mucho, cariño. No tienes que pasar por esto sola.»

Adela asintió, con lágrimas corriendo por su rostro. «Hay más,» dijo vacilante. «Estoy embarazada de nuevo.»

La habitación quedó en silencio. Carolina y Bruno intercambiaron miradas preocupadas.

«¿Lo sabe Brian?» preguntó Bruno suavemente.

Adela negó con la cabeza. «No, y no quiero que lo sepa. Al menos no todavía.»

Carolina frunció el ceño. «Pero Adela, él tiene derecho a saberlo. Este también es su hijo.»

«No puedo decírselo ahora,» insistió Adela. «Él ya ha seguido adelante con otra persona. No quiero complicar las cosas aún más.»

Los días se convirtieron en semanas mientras Adela y Gianna se instalaban en la casa de Carolina y Bruno. Adela trataba de mantenerse ocupada, pero el peso de su situación siempre estaba allí, acechando en el fondo.

Una noche, Carolina encontró a Adela sentada sola en el jardín trasero, mirando las estrellas.

«¿Cómo te sientes?» preguntó Carolina, sentándose a su lado.

Adela suspiró. «No lo sé, mamá. Me siento tan perdida.»

Carolina puso un brazo alrededor de su hija. «Está bien sentirse así. Pero necesitas pensar en lo que es mejor para ti y tus hijos.»

«Lo sé,» susurró Adela. «Pero cada vez que pienso en decírselo a Brian, simplemente… no puedo hacerlo.»

Carolina miró a su hija con una mezcla de tristeza y determinación. «Tienes que ser fuerte, Adela. Por Gianna y por el bebé. Mantener este secreto no va a mejorar las cosas.»

Adela asintió lentamente, con lágrimas volviendo a llenar sus ojos. «Simplemente no sé si puedo enfrentarlo.»

«Puedes,» dijo Carolina firmemente. «Y estaremos aquí para apoyarte en cada paso del camino.»

A pesar del aliento de Carolina, Adela continuó luchando con la decisión. Los días se volvieron más fríos a medida que se acercaba el invierno, reflejando la creciente tensión en el hogar.

Una noche, después de acostar a Gianna, Adela se sentó con Carolina y Bruno.

«He tomado una decisión,» dijo en voz baja. «Voy a decirle a Brian sobre el bebé.»

Carolina sintió una oleada de alivio pero también preocupación por lo que vendría.

A la mañana siguiente, Adela llamó a Brian y le pidió que se encontraran en un parque cercano. Mientras esperaba su llegada, sintió un nudo de ansiedad apretarse en su estómago.

Cuando Brian finalmente apareció, parecía sorprendido de verla.

«¿Adela? ¿Qué está pasando?» preguntó.

Ella tomó una profunda respiración y le contó todo: el embarazo, sus miedos y su decisión de mantenerlo en secreto hasta ahora.

La reacción de Brian no fue la que ella esperaba. Estaba enfadado y dolido porque ella había guardado un secreto tan significativo.

«Esto lo cambia todo,» dijo fríamente antes de marcharse.

Adela lo vio irse, sintiéndose más sola que nunca.

Al regresar a casa esa noche, sintió que una pesada carga se aligeraba ligeramente al compartir las noticias con Carolina y Bruno.

«Se lo dije,» dijo simplemente.

Carolina la abrazó fuertemente. «Estoy orgullosa de ti por ser honesta.»

Pero a medida que los días se convirtieron en semanas, quedó claro que la ira de Brian no había disminuido. Presentó una demanda por la custodia total de Gianna y exigió una prueba de paternidad para el bebé no nacido.

El mundo de Adela se desmoronó mientras enfrentaba batallas legales y tormentos emocionales. A pesar del apoyo inquebrantable de sus padres, sentía una abrumadora sensación de desesperación.

Al final, no hubo respuestas fáciles ni finales felices—solo la dura realidad de una familia rota tratando de navegar un futuro incierto.