«Futura Nuera Se Relaja Como una Reina, Tableta en Mano – Jugando Juegos»: Nunca Me Gustó la Novia de Mi Hijo

Desde el primer momento en que conocí a Carolina, la novia de mi hijo, sentí un nudo en el estómago. Javier, mi hijo, siempre había sido un joven responsable y trabajador. Conoció a Carolina en línea, y rápidamente congeniaron. Ella era un año mayor que él, tenía 24 años en ese momento, y venía de un entorno familiar problemático. Sus padres tenían un historial de abuso de sustancias, y ella había tenido que valerse por sí misma desde muy joven.

Cuando Javier trajo a Carolina a casa para conocernos, intenté mantener una mente abierta. Pero era difícil ignorar las señales de alerta. Llegó tarde, vestida inapropiadamente para la ocasión, y pasó la mayor parte de la noche pegada a su teléfono. Cuando intenté conversar con ella, me dio respuestas cortas y desinteresadas, y rápidamente volvió a su pantalla.

Durante los meses siguientes, intenté conocer mejor a Carolina, esperando que mis primeras impresiones estuvieran equivocadas. Pero cuanto más la veía, más me preocupaba. Parecía no tener sentido de la responsabilidad ni ética de trabajo. No tenía empleo y no mostraba interés en encontrar uno. En su lugar, pasaba los días tumbada, jugando en su tableta y viendo la televisión.

Una noche, decidí tener una conversación seria con Javier. Le expresé mis preocupaciones sobre Carolina y su falta de ambición. Javier, siempre optimista, me aseguró que Carolina solo estaba pasando por una mala racha y que pronto encontraría su camino. Estaba convencido de que ella tenía mucho potencial y solo necesitaba apoyo y ánimo.

A pesar de mis reservas, decidí darle a Carolina el beneficio de la duda. La invité a pasar un fin de semana con nosotros, esperando que un tiempo de calidad juntos nos ayudara a estrechar lazos. Pero el fin de semana solo confirmó mis peores temores. Carolina pasó la mayor parte del tiempo en la cama, jugando en su tableta. No se ofreció a ayudar con ninguna de las tareas del hogar y parecía completamente ajena al esfuerzo que yo estaba haciendo para que se sintiera bienvenida.

El segundo día de su visita, entré en la sala de estar y encontré a Carolina tumbada en el sofá, con la tableta en su regazo y una expresión de intensa concentración en su rostro. Estaba jugando algún tipo de juego, completamente absorta en él. No pude evitar sentir una oleada de frustración. Aquí estaba una joven que se suponía que iba a construir un futuro con mi hijo, y ni siquiera se molestaba en levantar un dedo para ayudar en la casa.

Decidí confrontarla. Me senté a su lado y le quité suavemente la tableta de las manos. «Carolina,» le dije, «necesito hablar contigo.»

Ella levantó la vista, claramente molesta por la interrupción. «¿Qué pasa?» preguntó, con tono impaciente.

«He notado que pasas mucho tiempo jugando y no haces mucho más,» dije. «Estoy preocupada por tu futuro con Javier. El matrimonio es una asociación, y requiere esfuerzo y responsabilidad de ambas partes.»

Carolina puso los ojos en blanco. «Sé cómo cuidarme,» dijo. «No necesito que me des lecciones.»

Respiré hondo, tratando de mantener la compostura. «No estoy tratando de darte lecciones,» dije. «Solo estoy preocupada. Javier merece a alguien que lo apoye y trabaje con él para construir una vida juntos.»

Carolina se levantó, claramente enfadada. «No necesito escuchar esto,» dijo. «Me voy a casa de Javier.»

Salió de la casa, dejándome sintiéndome impotente y frustrada. Sabía que Javier la amaba, pero no podía quitarme la sensación de que ella no era la persona adecuada para él.

Al final, mis temores se confirmaron. La falta de responsabilidad y ambición de Carolina puso tensión en su relación. Javier intentó apoyarla y ayudarla a encontrar su camino, pero fue una batalla perdida. Discutían constantemente, y el estrés afectó la salud y el bienestar de Javier.

Eventualmente, se separaron. Javier estaba desolado, pero sabía que era lo mejor. Merecía a alguien que fuera un verdadero compañero, alguien que trabajara con él para construir un futuro. Y Carolina, a pesar de su potencial, no era esa persona.