Cuando el amor se apaga: Historia de un matrimonio perdido por negligencia
En el tranquilo pueblo de Arboleda, donde todos conocían los asuntos de todos, mi historia con Tomás comenzó como un cuento de hadas. Éramos enamorados del instituto, esa historia de amor que todos envidiaban. Pero con el paso de los años, el cuento de hadas se transformó lentamente en una sombría parábola de lo que sucede cuando el amor se deja a su suerte.
Tomás siempre había sido un poco corpulento, pero después de la boda empezó a ganar peso a un ritmo alarmante. Al principio, lo tomé como la comodidad de estar en una relación comprometida. Sin embargo, con el tiempo, se hizo evidente que la salud de Tomás estaba empezando a sufrir. Preocupada, le sugerí que empezáramos a dar paseos matutinos juntos. Pensé que sería una forma agradable de pasar tiempo juntos, además de ayudar a Tomás a recuperar la forma. Pero cada vez que lo mencionaba, encontraba una excusa. Estaba demasiado cansado, demasiado ocupado, o simplemente no estaba de humor.
Sintiéndome impotente, busqué el apoyo de amigos. Eva, siempre pragmática, sugirió que yo misma empezara a vivir un estilo de vida saludable, con la esperanza de que Tomás eventualmente se uniera. Ana, la eterna optimista, me animó a no dejar de intentarlo, a encontrar nuevas formas de motivarlo. Pero sin importar lo que hiciera, Tomás permanecía indiferente.
A medida que los meses se convertían en años, la distancia entre nosotros crecía. Nos habíamos convertido en compañeros de piso, compartiendo una casa, pero viviendo vidas separadas. Tomás pasaba la mayor parte del tiempo frente al televisor, mientras yo buscaba consuelo en libros y en la compañía de amigos, como Bárbara y Jaime, que atravesaban dificultades similares en sus matrimonios.
Un día, todo cambió. Tomás anunció que me dejaba por otra mujer, alguien que había conocido en línea. Estaba en shock. ¿Cómo podría alguien querer a alguien que había descuidado tan abiertamente no solo su salud, sino también la salud de nuestro matrimonio? Pero la verdad era que no se trataba de querer a Tomás tal como estaba; se trataba de que alguien vio en él un potencial que yo había dejado de ver hace mucho tiempo.
El divorcio se llevó a cabo rápidamente y sin emoción, al igual que los últimos años de nuestro matrimonio. Observando cómo Tomás empacaba sus cosas, me di cuenta de que nuestra historia era una advertencia de lo que sucede cuando dejas de esforzarte, cuando das por sentado el amor. No podía dejar de preguntarme si las cosas habrían sido diferentes si hubiera insistido más, o si Tomás hubiera hecho un mayor esfuerzo. Pero al final, ya era demasiado tarde.
Nuestro matrimonio se convirtió en una víctima de la negligencia, un agudo recordatorio de que el amor por sí solo es insuficiente. Requiere esfuerzo, cuidado y la voluntad de luchar por él, incluso cuando las probabilidades parecen insuperables.