Cuando el divorcio no nos separó, pero la casa sí
Pablo y Susana se enamoraron desde el instituto y se casaron jóvenes. Sin una boda extravagante, comenzaron su vida juntos, apoyados por los padres de Pablo, quienes les ayudaron a comprar su primera casa. Sin embargo, cuando su matrimonio llegó a su fin, la decisión de Pablo de dejar la casa a Susana y a su hijo, Catalín, no fue del agrado de su familia, especialmente de su madre, Estefanía. El recuerdo de quién financió la casa fue demasiado fuerte para ella como para simplemente dejarla en manos de su nuera.