Encontrando la Paz a Través de la Fe: Cómo Manejar una Disputa Familiar por un Préstamo

Hace cinco años, Nacho y yo nos encontramos en un pequeño aprieto. Sus padres, Arturo y Alicia, nos habían pedido prestada una cantidad significativa de dinero. En ese momento, parecía lo correcto. Estaban pasando por una situación difícil y nosotros teníamos los medios para ayudar. Pero con el paso de los años, el tema del reembolso nunca surgió en conversación, y empezó a pesarme.

Una noche, Nacho y yo estábamos sentados en el sofá, y él se volvió hacia mí con una expresión seria en su rostro. «Creo que deberíamos perdonar la deuda,» dijo. «Después de todo, son nuestros padres.»

Me quedé sorprendida. Mi propia madre, Adriana, había sido bastante vocal sobre cómo deberíamos recordarles el préstamo. «No se trata del dinero,» decía ella. «Se trata del respeto y la responsabilidad.»

Me sentía dividida entre el deseo de paz de mi esposo y la insistencia de mi madre en la justicia. No sabía qué hacer, así que recurrí a la oración. Cada noche, pedía a Dios orientación y claridad. Oraba por sabiduría para tomar la decisión correcta y por paz en mi corazón.

Un domingo, durante un sermón particularmente conmovedor en la iglesia, nuestro pastor habló sobre el perdón y dejar ir los rencores. Sentí que estaba hablando directamente a mí. Me di cuenta de que aferrarme a esta deuda estaba causando más daño que bien. Estaba creando tensión entre Nacho y yo, y estaba afectando mi relación con sus padres.

Esa noche, oré de nuevo, pero esta vez pedí a Dios que me ayudara a encontrar la fuerza para dejarlo ir. Pedí el valor para perdonar y confiar en que todo saldría como debía.

A la mañana siguiente, me senté con Nacho y le conté mi decisión. «Vamos a perdonar la deuda,» dije. «No quiero que esto se interponga entre nosotros o nuestras familias.»

El rostro de Nacho se iluminó con alivio. «Gracias,» dijo, abrazándome fuertemente.

Llamamos a Arturo y Alicia más tarde ese día y les contamos nuestra decisión. Estaban increíblemente agradecidos y prometieron pagarnos cuando pudieran, pero les aseguramos que no era necesario.

Desde entonces, he sentido una paz que no había sentido en años. Nuestra relación con los padres de Nacho ha mejorado, y he aprendido el poder del perdón y la fe. Siempre que me encuentro en una situación difícil ahora, recuerdo que Dios siempre está ahí para guiarme.