¿El único «destino de vacaciones» para mi hija y para mí? El jardín de mis suegros, cortesía de mi marido

Durante los últimos cinco años, lo más parecido a unas vacaciones para mi hija Ariana y para mí ha sido pasar tiempo en el jardín de la casa de campo de mis suegros. Es un lugar pintoresco, rodeado de naturaleza, pero está lejos de la aventura que soñaba compartir con mi hija. Mi marido, Adrián, siempre prometió que el próximo año sería diferente, pero el próximo año se convirtió en el siguiente, y así sucesivamente.

Adrián es un trabajador dedicado, profundamente comprometido con su trabajo como ingeniero de software. Sus habilidades están muy demandadas y su salario lo refleja. Sin embargo, la naturaleza exigente de su trabajo significa que a menudo está atado a su teléfono o portátil, incluso durante nuestras llamadas vacaciones en la casa de sus padres. Óscar y Débora, mis suegros, son personas maravillosas que han intentado hacer nuestras estancias lo más agradables posible. Pero a medida que Ariana crece, no puedo evitar sentir que nos estamos perdiendo de mostrarle el mundo más allá de estos lugares familiares.

Nuestra historia no es única, pero es frustrante. Cuando Ariana nació, Adrián y yo teníamos tantos planes. Hablamos de viajes por carretera por el país, visitar parques nacionales e incluso volar para ver maravillas del mundo. Sin embargo, la realidad ha sido muy diferente. El trabajo de Adrián, aunque lucrativo, ha exigido casi todo su tiempo. Cada vez que ha planteado el tema de tomar unas vacaciones sustanciales, su jefe, Timoteo, ha encontrado razones para negar la solicitud, citando plazos de proyectos o la falta de cobertura.

He intentado ser comprensiva, recordándome a mí misma la estabilidad financiera que el trabajo de Adrián proporciona. Pero cuando Ariana me preguntó recientemente por qué nunca vamos a ningún lugar como hacen sus amigos, mi corazón se hundió. Me di cuenta de que ninguna cantidad de seguridad financiera podría compensar las experiencias y recuerdos que estábamos dejando de crear como familia.

El punto de inflexión llegó el verano pasado. Adrián había prometido que había logrado asegurar dos semanas libres para un viaje largamente esperado al Gran Cañón. Ariana estaba emocionada, pasando días leyendo sobre el parque y planeando lo que quería ver. Pero justo una semana antes de nuestra salida programada, Adrián llegó a casa con la noticia de que Timoteo lo necesitaba para un proyecto urgente, cancelando nuestros planes una vez más.

La decepción en los ojos de Ariana fue desgarradora. Fue entonces cuando me di cuenta de que nuestra situación necesitaba cambiar. Pero el cambio es más fácil decirlo que hacerlo. A pesar de numerosas discusiones y argumentos, el trabajo de Adrián sigue siendo una barrera para la vida que imaginamos.

Ahora, mientras veo a Ariana jugar en el jardín de la casa de mis suegros, no puedo evitar sentir una sensación de pérdida. Pérdida por las aventuras que no hemos tenido, los lugares que no hemos visto y el tiempo en familia que hemos sacrificado. Amo a Adrián, pero no puedo evitar resentir las elecciones que nos han llevado hasta aquí. Nuestra historia no tiene un final feliz, todavía. Y me quedo preguntándome si alguna vez lo tendrá.