«Te Negaste a Ayudar con Mis Hijos. Ahora Puedes Cuidar de Papá Tú Sola,» Dijo Mi Hija. No Sé Qué Hacer Ahora

Nunca imaginé que mi vida llegaría a esto. Me llamo Ariana y tengo 58 años. Mis días están consumidos por el cuidado de mi padre de 85 años, Bryan, quien ha estado luchando contra una enfermedad grave durante los últimos dos años. Su condición ha empeorado hasta el punto de que necesita cuidados constantes, y yo soy la única disponible para proporcionárselos.

Mi hija, Neveah, y yo solíamos ser muy cercanas. Ella tiene dos hijos pequeños, Vicente y Quino, que están llenos de energía y siempre en movimiento. Hace unos años, Neveah me pidió si podía ayudarla cuidando a sus hijos unos días a la semana. En ese momento, ya estaba luchando por equilibrar mi trabajo y el cuidado de mi padre. Tuve que rechazar su solicitud, explicándole que simplemente no podía manejarlo todo.

Neveah se sintió herida y decepcionada. Se sintió abandonada y sin apoyo, y nuestra relación se ha tensado desde entonces. Dejó de visitarnos tan a menudo, y nuestras llamadas telefónicas se volvieron menos frecuentes. Intenté explicarle mi situación, pero ella no podía entender por qué no podía hacer tiempo para ella y sus hijos.

Ahora, la condición de mi padre ha empeorado. Ya no puede caminar por sí solo y necesita ayuda incluso con las tareas más básicas como comer y bañarse. Tuve que dejar mi trabajo para cuidarlo a tiempo completo. La tensión financiera es inmensa, y el costo emocional es aún mayor. Me siento aislada y abrumada, sin nadie a quien recurrir para pedir ayuda.

La semana pasada, me puse en contacto con Neveah, con la esperanza de que pudiéramos arreglar nuestra relación y que ella pudiera estar dispuesta a ayudarme con papá. Le expliqué lo grave que se había vuelto la situación y cuánto necesitaba su apoyo. Su respuesta fue fría e implacable.

«Te negaste a ayudar con mis hijos. Ahora puedes cuidar de papá tú sola,» dijo antes de colgar el teléfono.

Estaba devastada. Las palabras resonaron en mi mente, y sentí un profundo sentido de arrepentimiento y tristeza. Nunca quise que las cosas resultaran así. Amo a mi hija y a mis nietos, pero simplemente no pude ayudarla cuando más lo necesitaba. Ahora, cuando necesito su apoyo más que nunca, ella me ha dado la espalda.

Cada día es una lucha. Me levanto temprano para preparar el desayuno para papá, administrarle sus medicamentos y ayudarlo con su rutina matutina. El resto del día lo paso atendiendo sus necesidades, asegurándome de que esté cómodo y tratando de mantener la casa en orden. No hay tiempo para mí misma, no hay tiempo para descansar o relajarme.

No he podido ir al hospital para mis propios chequeos médicos ni siquiera hacer un viaje rápido al supermercado sin preocuparme por dejar a papá solo. El aislamiento es asfixiante, y el peso de la responsabilidad se siente insoportable a veces.

No sé qué hacer ahora. Mi corazón duele por la relación que una vez tuve con Neveah y por el apoyo que desesperadamente necesito. Pero parece que ese puente se ha quemado, y me queda navegar este difícil camino sola.

Espero que algún día Neveah entienda la posición en la que me encontraba y encuentre en su corazón perdonarme. Hasta entonces, seguiré cuidando de mi padre lo mejor que pueda, aunque parezca una tarea imposible.