«No entiendo por qué eligieron ser padres ahora»: Ambos ascendiendo en la escalera corporativa, dejando el cuidado de los niños a la niñera
Ana y Miguel siempre habían sido la pareja ideal en términos de ambición profesional. Desde sus días en la universidad, donde se conocieron durante un seminario de economía, hasta ascender en las filas de sus respectivas empresas corporativas en el centro de Madrid, siempre habían priorizado sus carreras por encima de todo. Sus amigos a menudo bromeaban diciendo que Ana y Miguel eran más propensos a abrir una nueva oficina que una guardería.
Sin embargo, para sorpresa de todos, incluida la madre de Ana, Penélope, la pareja anunció que esperaban un hijo. Penélope, una profesora jubilada, no pudo ocultar su confusión y preocupación. Quería mucho a su hija y a su yerno, pero conocía de primera mano las exigencias de sus trabajos.
«¿Por qué ahora?» Penélope preguntó a Ana durante un café una tarde, intentando ocultar su preocupación con una sonrisa. «Tú y Miguel estáis en el punto álgido de vuestras carreras. ¿Es realmente el momento adecuado?»
Ana, tomando un sorbo de su café con leche, levantó la vista con una mirada cansada pero decidida. «Nunca es el momento adecuado, mamá. Pero lo queremos. Podemos manejarlo.»
Penélope no estaba convencida. En los meses siguientes, observó cómo Ana y Miguel contrataban a Magdalena, una niñera a tiempo completo con excelentes referencias, para manejar la mayoría del cuidado de su hijo recién nacido, Nicolás. Magdalena era capaz y amable, pero Penélope sentía un dolor en el corazón cada vez que veía a Magdalena empujando el cochecito por la calle, sin su hija a la vista.
A medida que Nicolás crecía, también lo hacía la brecha entre las aspiraciones de sus padres y su presencia familiar. Ana recibió un ascenso, que requería aún más viajes que antes, y Miguel a menudo estaba encerrado en su oficina en casa, con los ojos pegados a hojas de cálculo y pronósticos de mercado hasta bien entrada la noche.
Una fría tarde de noviembre, Penélope visitó sin avisar y encontró a Magdalena sola con Nicolás, leyéndole un cuento antes de dormir. «¿Dónde están Ana y Miguel?» preguntó Penélope, su voz teñida de frustración.
«Tuve que asistir a una cena de negocios de último momento», respondió Magdalena, su voz neutra, acostumbrada a la rutina.
Penélope se sentó junto a la cuna de Nicolás mientras Magdalena se excusaba por la noche. Mirando a su nieto, cuyos ojos estaban pesados por el sueño, Penélope sintió una profunda tristeza. Nicolás estaba creciendo hermosamente, pero sin la presencia diaria de sus padres. Era una situación que había temido desde el principio.
Los meses se convirtieron en años, y el patrón se mantuvo sin cambios. Las primeras palabras de Nicolás, sus primeros pasos, su primer día en la escuela infantil, todos fueron hitos sobre los que Ana y Miguel se enteraron a través de las notas detalladas de Magdalena y los ocasionales clips de vídeo.
Un día particularmente crudo de invierno, Penélope recibió una llamada de Ana, su voz quebrada por el estrés no expresado. «Mamá, Miguel y yo estamos considerando una separación», confesó. «Simplemente no tenemos tiempo el uno para el otro, y mucho menos para Nicolás.»
Penélope sintió que su corazón se hundía. Lo había visto venir, pero aún así dolía con la agudeza de una noticia inesperada. Mientras consolaba a su hija, no pudo evitar pensar en su conversación de hace años durante el café. ¿Habían estado realmente Ana y Miguel listos para esto? ¿O habían subestimado los sacrificios personales que sus ambiciones exigirían?
Al final, Penélope sabía que estaría allí para Nicolás, quizás incluso más ahora. Pero al colgar el teléfono, no pudo evitar sentir un remordimiento de que, quizás, las cosas podrían haber sido diferentes si solo hubieran esperado.