«Mi familia, los aprovechados»: Cansados de sus travesuras, decidimos que era hora de darles una lección
Juan y Clara siempre habían sido muy generosos, abriendo frecuentemente su casa para reuniones familiares y celebraciones festivas. Su amplio jardín, con sus majestuosos robles y vistas a las colinas ondulantes, era perfecto para barbacoas de verano y hogueras de invierno. En el corazón de su jardín estaba una vieja bañera de hidromasaje que habían instalado hace años. Ya había visto días mejores, y soñaban con reemplazarla por una lujosa bañera de cedro.
La pareja había estado ahorrando durante años para esta renovación soñada. Sin embargo, su naturaleza generosa tenía un lado negativo. Su familia, conocedora de la cómoda situación financiera de Juan y Clara, a menudo se aprovechaba de su amabilidad. Los parientes llegaban sin avisar, se quedaban días o incluso semanas, y raramente contribuían con los gastos o las tareas del hogar. La paciencia de Juan y Clara se estaba agotando.
Un verano, tras una visita especialmente agotadora del hermano de Clara, Roberto, y su familia, quienes dejaron el lugar en desorden y la vieja bañera de hidromasaje dañada más allá de la reparación, Juan y Clara decidieron que era hora de un cambio. Estaban decididos a enseñarles una lección a sus parientes aprovechados.
La pareja anunció una gran reunión familiar para inaugurar su nueva bañera de cedro. La emoción se palpaba en la familia; todos estaban ansiosos por disfrutar del lujo que creían que Juan y Clara iban a proporcionar. Lo que no sabían era que la pareja tenía un plan diferente en mente.
Cuando la familia llegó, se sorprendieron al encontrar el jardín en un estado de caos aparente por la renovación. Herramientas y materiales de construcción estaban esparcidos por todas partes, y no había señales de una nueva bañera de hidromasaje. Confundidos, se acercaron a Juan, quien estaba junto a una gran estructura de madera improvisada que no se parecía en nada a una bañera de hidromasaje.
«¡Bienvenidos a todos!» Juan los saludó con una sonrisa pícara. «Hemos decidido que es hora de un poco de trabajo en equipo. Nuestra nueva bañera de hidromasaje no está aquí porque vamos a construirla juntos. Hoy, todos van a ayudarnos a crear el oasis en el jardín que tanto hemos disfrutado durante tanto tiempo.»
La familia estaba atónita. Quejas y murmullos de incredulidad llenaron el aire, pero Juan y Clara se mantuvieron firmes. A regañadientes, los parientes tomaron herramientas y comenzaron a trabajar. El día fue largo y el trabajo duro. Los ánimos se caldearon, y la falta de experiencia llevó a errores y a un progreso lento.
Al caer el sol, la estructura estaba lejos de completarse, y estaba claro que la bañera de hidromasaje que habían imaginado estaba lejos de materializarse. Exhaustos y frustrados, los miembros de la familia eran un marcado contraste con su habitual relajación durante las reuniones en el jardín.
«Esperamos que hoy haya sido una revelación», dijo Clara mientras se reunían alrededor del proyecto incompleto. «Hemos dado mucho para hacer de este lugar un espacio acogedor, y es hora de que todos contribuyamos. No solo disfrutando, sino manteniendo y respetando este espacio.»
La familia se fue esa noche, murmurando y cansada, con un nuevo entendimiento del esfuerzo involucrado en mantener el paraíso del jardín que siempre habían dado por sentado. Juan y Clara miraron la bañera de hidromasaje inacabada, sabiendo que probablemente permanecería así. Habían hecho su punto, pero a costa de la armonía familiar.
La lección fue aprendida, pero el sueño de una nueva bañera de hidromasaje de cedro, y quizás sus reuniones familiares antes unidas, quedaron sin cumplirse.