«Mamá, No Puedo Más. Lo Siento, Pero Tengo Que Quitarle Las Llaves de Nuestro Piso» – Brian No Pudo Soportarlo

Adela acababa de terminar un largo día en la oficina y estaba deseando tener una noche tranquila en casa. Al abrir la puerta de su piso, inmediatamente sintió que algo no iba bien. Brian estaba sentado en el sofá, mirando fijamente a la pared, con el rostro lleno de frustración y agotamiento.

«¿Qué te pasa, cariño?» preguntó Adela, con un tono de preocupación en su voz.

Brian suspiró profundamente y se pasó una mano por el pelo. «Mamá ha venido otra vez hoy,» comenzó, con la voz cargada de resignación. «Ha empezado a quejarse de ti, diciendo que no deberías tratarla con tanta malicia.»

Adela sintió un nudo familiar de tensión formarse en su estómago. La madre de Brian, Nora, siempre había sido una fuente de estrés en su matrimonio. Tenía la costumbre de aparecer sin previo aviso y criticar todo lo que Adela hacía, desde su cocina hasta la limpieza de la casa y la forma en que hablaba con su marido.

«¿Qué ha dicho esta vez?» preguntó Adela, tratando de mantener la voz firme.

Brian negó con la cabeza. «Lo de siempre. Dijo que fuiste grosera con ella la última vez que estuvo aquí y que no la respetas como mi madre.»

Adela apretó los puños, tratando de controlar su ira. «Brian, no puedo seguir así. No puedo seguir defendiéndome de sus acusaciones. No es justo.»

Brian la miró, con los ojos llenos de una mezcla de culpa e impotencia. «Lo sé, Adela. Sé que no es justo. Pero es mi madre. No puedo simplemente apartarla de mi vida.»

Adela respiró hondo, tratando de calmarse. «No te estoy pidiendo que la apartes de tu vida, Brian. Te estoy pidiendo que pongas algunos límites. No puede seguir viniendo aquí y haciéndome sentir que no soy lo suficientemente buena.»

Brian asintió lentamente. «Tienes razón. Necesito hacer algo al respecto.»

Al día siguiente, Brian decidió hablar con su madre. Condujo hasta su casa, con la mente llena de pensamientos sobre cómo abordar la conversación. Cuando llegó, Nora lo recibió con una cálida sonrisa.

«¡Brian! Qué agradable sorpresa,» dijo, invitándolo a entrar.

«Mamá, tenemos que hablar,» dijo Brian, con un tono serio.

La sonrisa de Nora se desvaneció ligeramente. «¿Qué pasa, querido?»

Brian respiró hondo. «Mamá, no puedes seguir viniendo a nuestro piso sin avisar y criticando a Adela. Está causando mucho estrés para los dos.»

Los ojos de Nora se abrieron de sorpresa. «Brian, solo intento ayudar. Quiero lo mejor para ti.»

«Sé que tienes buenas intenciones,» dijo Brian suavemente. «Pero no está ayudando. Está empeorando las cosas.»

La expresión de Nora se endureció. «¿Así que estás tomando su lado en lugar del mío?»

«No se trata de tomar lados,» dijo Brian, sintiendo cómo aumentaba su frustración. «Se trata de respetar nuestro espacio y nuestra relación.»

Nora cruzó los brazos sobre el pecho. «Ya veo cómo es. Has cambiado desde que te casaste con esa mujer.»

Brian sintió una oleada de ira pero se obligó a mantenerse calmado. «Mamá, te quiero, pero necesito que entiendas que Adela es mi esposa y merece respeto.»

Los ojos de Nora se llenaron de lágrimas. «Solo no quiero perderte, Brian.»

«No me vas a perder,» le aseguró Brian. «Pero las cosas tienen que cambiar.»

A pesar de sus esfuerzos, la conversación no salió como esperaba. Nora se fue llorando, sintiéndose traicionada por su hijo. Brian volvió a casa sintiéndose derrotado e inseguro si había tomado la decisión correcta.

Durante las siguientes semanas, las tensiones continuaron aumentando entre Brian y Adela. Las visitas de Nora se hicieron menos frecuentes pero más tensas cuando ocurrían. El estrés afectó su matrimonio, llevando a más discusiones y menos comunicación.

Una noche, después de otra acalorada discusión sobre Nora, Adela hizo las maletas y se fue del piso sin decir una palabra. Brian se sentó en el sofá, mirando la puerta por la que ella acababa de salir, sintiendo una abrumadora sensación de pérdida.

Sabía que había intentado hacer lo correcto, pero no había sido suficiente. El daño estaba hecho y ahora le tocaba recoger los pedazos de una relación rota.