«Atrapada en el Medio: Las Demandas Contradictorias de Mi Madre Me Dejan Desamparada»
Nunca pensé que me encontraría en una situación tan desconcertante con mi propia madre. Me llamo Viviana, y tengo una hermosa hija de 8 años llamada Sofía. Mi madre, Lidia, siempre ha sido una parte importante de nuestras vidas, pero últimamente su comportamiento me ha dejado sintiéndome completamente desamparada y confundida.
Todo comenzó hace unos meses cuando mi madre empezó a insistir en que Sofía pasara más tiempo en su casa. «Viviana, echo de menos tener a Sofía cerca,» decía. «¿Por qué no la dejas quedarse a dormir? Será bueno para las dos.» Pensé que era una gran idea. A Sofía le encanta su abuela, y yo podría tomarme un pequeño descanso de vez en cuando.
Las primeras veces que Sofía se quedó a dormir, todo parecía ir bien. Pero luego comenzaron las quejas. «Viviana, tienes que hablar con Sofía,» me llamaba mi madre a la mañana siguiente. «No me hace caso en absoluto. Es tan terca y desobediente.» Me quedé perpleja. Sofía siempre se había portado bien en casa. No entendía por qué se comportaba mal en casa de mi madre.
Intenté hablar con Sofía al respecto, pero ella parecía tan confundida como yo. «Mamá, intento escuchar a la abuela, pero se enfada conmigo sin razón,» decía Sofía con lágrimas en los ojos. Me rompía el corazón verla tan triste.
La situación solo empeoró. Si decidía no dejar que Sofía fuera a casa de mi madre, Lidia me llamaba llorando. «Viviana, ¿por qué me alejas a Sofía? Me siento tan sola sin ella.» Sentía que estaba atrapada en una situación imposible. Hiciera lo que hiciera, alguien estaba descontento.
Un fin de semana, decidí dejar que Sofía se quedara de nuevo, esperando que las cosas mejoraran. Pero fue la misma historia. Mi madre me llamó a la mañana siguiente, furiosa. «Viviana, tienes que venir a buscar a Sofía ahora mismo! Es imposible de manejar.» Cuando llegué, encontré a Sofía sentada tranquilamente en el sofá, luciendo asustada y confundida.
«Mamá, ¿qué pasó?» pregunté, tratando de mantener la calma en mi voz.
«No quiso desayunar y montó un berrinche cuando le pedí que recogiera sus juguetes,» respondió mi madre enfadada.
Llevé a Sofía a casa e intenté hablar con ella de nuevo. «Sofía, ¿por qué no escuchaste a la abuela?»
«Mamá, lo intenté,» dijo suavemente. «Pero la abuela se enfada conmigo por todo. No sé qué hacer.»
Sentí una ola de frustración y tristeza invadirme. Parecía que por más que intentara mediar entre ellas, nada funcionaba. El comportamiento de mi madre se volvía más errático y estaba afectando tanto a Sofía como a mí.
Decidí buscar consejo de un terapeuta familiar. El terapeuta sugirió que mi madre podría estar lidiando con sentimientos de soledad y frustración que proyectaba sobre Sofía. Tenía sentido, pero no hacía la situación más fácil de manejar.
Intenté hablar con mi madre al respecto con suavidad. «Mamá, tal vez podamos encontrar otras formas para que pases tiempo con Sofía que no sean tan estresantes para ambas.»
Pero ella desestimó la idea. «Viviana, estás exagerando. Estoy bien. Es Sofía quien necesita aprender a comportarse.»
Sentí como si estuviera chocando contra un muro de ladrillos. La tensión entre nosotras creció y nuestra relación, antes cercana, comenzó a deteriorarse. Sofía se volvió más ansiosa sobre visitar a su abuela y yo me sentía dividida entre proteger a mi hija y tratar de apoyar a mi madre.
Al final, no hubo una resolución feliz. Mi madre continuó insistiendo en tener a Sofía en su casa pero seguía siendo crítica y dura cuando lo hacía. Nuestras reuniones familiares se volvieron tensas y la alegría que una vez compartimos parecía un recuerdo lejano.
Aún no entiendo qué está pasando con mi madre ni cómo solucionarlo. Todo lo que sé es que estoy atrapada en medio de una situación que parece imposible de resolver.