A los 65 años eligió una vida sin hijos y nunca miró atrás
Era una típica tarde de martes cuando yo, Raquel, me encontré en la sala de espera abarrotada de mi oftalmólogo local. La sala estaba llena de personajes habituales: un joven nervioso jugueteando con sus gafas, un hombre de mediana edad absorto en una revista y una mujer, Alicia, que parecía tener unos sesenta y cinco años, sentada tranquilamente sola. Poco sabía que este encuentro casual con Alicia dejaría una impresión duradera en mí.
Alicia captó mi atención porque estaba leyendo un libro sobre viajes en solitario, mi pasión, que había dejado de lado por lo que parecía una eternidad. Ansiosa por hablar sobre el tema, inicié una conversación. Alicia estaba más que dispuesta a compartir sus experiencias, y a medida que nuestra conversación avanzaba, el tema inevitablemente pasó de los viajes a las elecciones personales de vida.
Alicia reveló que había elegido conscientemente una vida sin hijos, una elección que aún era relativamente inusual entre sus contemporáneos. Habló de su decisión con una claridad y convicción que me sorprendieron. Alicia explicó que desde joven sabía que el camino tradicional del matrimonio y los hijos no era para ella. En su lugar, siguió su carrera en el campo de las ciencias ambientales, un campo por el que estaba profundamente apasionada.
Cuanto más hablaba Alicia, más no podía resistirme a admirarla. Había viajado a más de cincuenta países, trabajado en proyectos innovadores de conservación del medio ambiente y parecía tener un espíritu indomable. Sin embargo, a medida que la conversación se profundizaba, Alicia compartió que su elección no había estado libre de desafíos.
La familia de Alicia, especialmente su hermana, Sonia, tuvo dificultades para entender su decisión. Sonia, que tenía tres hijos propios, a menudo expresaba su preocupación por el bienestar de Alicia, temiendo que terminara sola y llena de arrepentimiento. Su relación había sido tensa durante años, lo que claramente dolía a Alicia.
A pesar de la discordia familiar, Alicia permaneció firme en su elección. Habló de la libertad que experimentaba, la capacidad de dedicarse completamente a sus pasiones y las relaciones profundas y significativas que había cultivado con amigos y personas de ideas afines. Sin embargo, había un tono de tristeza en su voz cuando mencionó a su hermana.
Cuando nuestra conversación llegaba a su fin, me sentí profundamente conmovida por la historia de Alicia. Fue un poderoso recordatorio de que la vida no es universal y que la felicidad se puede encontrar en muchas formas diferentes. Sin embargo, darme cuenta de que tal decisión podría llevar a la aislación de los seres queridos me dejó preocupada.
Al salir del consultorio del oftalmólogo, no pude deshacerme del sentimiento de melancolía que había caído sobre mí. La historia de Alicia fue inspiradora, pero el costo de sus elecciones pesaba mucho en mi mente. Fue un conmovedor recordatorio de que cada camino tiene sus espinas, y a veces el camino menos transitado puede ser solitario.