«¿Te prometí casarme contigo? ¡No te necesito ni a ti ni a este bebé!»: Lloró durante semanas antes de aceptar la situación
Clara siempre había creído en los cuentos de hadas, en un amor que lo podía conquistar todo. Cuando conoció a Tomás en la boda de un amigo, pensó que había encontrado a su príncipe. Él era encantador, atento y parecía entenderla como nadie más. Pasaron meses en un torbellino de romance, y Clara se sentía la mujer más afortunada del mundo.
A medida que los meses se convirtieron en un año, su relación se profundizó. Tomás a menudo hablaba de su futuro juntos, insinuando matrimonio, hijos y una casa en las afueras. Clara, envuelta en el romance, creía cada palabra. Cuando descubrió que estaba embarazada, se llenó de alegría, pensando que esto los uniría aún más.
Sin embargo, en el momento en que le contó a Tomás sobre el embarazo, todo cambió. Su cálida sonrisa se desvaneció, reemplazada por una mirada fría y distante que nunca había visto antes. «¿Qué quieres de mí? ¿Te prometí casarme contigo? ¡No te necesito ni a ti ni a este bebé! Ni siquiera sé si es mío; probablemente me engañaste», le espetó.
El mundo de Clara se derrumbó. Las lágrimas corrían por su rostro mientras intentaba comprender las duras palabras del hombre que amaba. Nunca se había sentido tan sola. Las semanas siguientes fueron un borrón de tristeza. Lloraba hasta quedarse dormida, atormentada por las palabras de Tomás y el abrupto final de su cuento de hadas.
A medida que las semanas se convirtieron en meses, Clara comenzó lentamente a recoger los pedazos de su vida destrozada. Se mudó de nuevo con sus padres, quienes, a pesar de su decepción y enojo hacia Tomás, la apoyaron incondicionalmente. La ayudaron a prepararse para el bebé, transformando su antiguo estudio en una habitación infantil.
Clara intentó contactar a Tomás varias veces, esperando que cambiara de opinión, pero él fue firme. Negó que el bebé fuera suyo y rechazó cualquier responsabilidad. Con cada día que pasaba, la esperanza de Clara de reconciliación se desvanecía, reemplazada por la determinación de enfocarse en su hija y su futuro.
La bebé, a la que llamó Valentina, nació en primavera. Tenía los ojos de su madre y una sonrisa contagiosa que alegraba a todos a su alrededor. Clara encontró una fuerza que nunca supo que tenía. Trabajaba en varios empleos, asistía a clases nocturnas para terminar su carrera y era una madre amorosa para Valentina.
A pesar de la alegría que Valentina traía a su vida, el dolor de la traición de Tomás persistía. Clara sabía que nunca volvería a confiar completamente en alguien. El hombre que había amado, que le había prometido un futuro, les había dado la espalda cuando más lo necesitaban.
Años después, Clara era una empresaria exitosa y Valentina prosperaba en la escuela. Habían construido una vida feliz, solo las dos. Sin embargo, de vez en cuando, cuando Valentina preguntaba por su padre, el corazón de Clara dolía. Sonreía, abrazaba fuerte a su hija y decía: «Nos tenemos la una a la otra, y eso es todo lo que necesitamos».
Tomás nunca se acercó, nunca intentó ser parte de la vida de Valentina. Clara a veces se preguntaba qué podría haber sido, pero sabía que algunas historias no tienen finales felices. En cambio, tienen finales reales, llenos de resiliencia y el amor entre una madre y su hija.