«Abuela, Quiero Regalarte un Periquito para que No Te Sientas Tan Sola Sin el Abuelo,» Dijo Nathan. Este Regalo Reveló los Verdaderos Colores de la Familia
Nathan siempre había sido el pilar de la familia. Después de que su padre falleciera, asumió la responsabilidad de cuidar a su madre, Elena. Elena había estado casada con el padre de Nathan durante más de 50 años, y su muerte dejó un vacío que nadie podía llenar. La esposa de Nathan, Victoria, se quedaba en casa, supuestamente para cuidar a sus dos hijos, Diego y Natalia. Sin embargo, a menudo parecía más interesada en sus cuentas de redes sociales que en su familia.
Una tarde, Nathan llegó a casa del trabajo exhausto. Encontró a Elena sentada sola en la sala, mirando un viejo álbum de fotos. Sus ojos estaban rojos de tanto llorar. El corazón de Nathan se rompió por su madre. Sabía que se sentía increíblemente sola sin su padre.
«Mamá,» dijo Nathan suavemente, «tengo una idea que podría ayudarte a sentirte menos sola.»
Elena levantó la vista, sus ojos llenos de curiosidad. «¿Qué es, Nathan?»
«Estaba pensando en regalarte un periquito,» dijo Nathan. «Son pequeños, fáciles de cuidar y pueden ser grandes compañeros.»
El rostro de Elena se iluminó por un momento antes de dudar. «¿Pero qué pasa con Victoria? ¿Estará bien con eso?»
Nathan suspiró. «Hablaré con ella. No te preocupes por eso.»
Esa noche, Nathan abordó el tema con Victoria. Ella estaba desplazándose por su teléfono, prestándole poca atención.
«Victoria, quiero regalarle a mamá un periquito,» dijo Nathan.
Victoria levantó la vista, frunciendo el ceño en desaprobación. «¿Un pájaro? ¿En serio? ¿Sabes cuánto trabajo será eso?»
«No es tanto trabajo,» argumentó Nathan. «Y hará feliz a mamá.»
Victoria puso los ojos en blanco. «Está bien, haz lo que quieras.»
Al día siguiente, Nathan trajo a casa un hermoso periquito azul. Elena estaba encantada y lo llamó Bruno. Por un tiempo, parecía que Bruno era exactamente lo que Elena necesitaba. Pasaba horas hablándole, enseñándole a decir frases simples e incluso tejiendo pequeñas fundas para su jaula.
Sin embargo, la actitud de Victoria hacia el pájaro se volvió cada vez más hostil. Se quejaba del ruido y del desorden, aunque Bruno era relativamente tranquilo y limpio.
Una tarde, Nathan llegó temprano del trabajo y encontró a Victoria gritándole a Elena.
«¿Por qué tenemos que tener este estúpido pájaro?» gritó Victoria. «¡Es solo otra cosa de la que tengo que ocuparme!»
Elena parecía devastada. «Lo siento, Victoria. No quería causar problemas.»
Nathan intervino. «¡Victoria, ya basta! Bruno es el compañero de mamá. Si tienes un problema con eso, puedes hablar conmigo.»
Victoria salió furiosa de la habitación, dejando a Elena en lágrimas.
Los días se convirtieron en semanas y la tensión en la casa se volvió insoportable. Una mañana, Nathan se despertó y encontró la jaula de Bruno vacía. Buscó frenéticamente por toda la casa pero no pudo encontrar al pájaro en ninguna parte.
«Victoria, ¿has visto a Bruno?» preguntó Nathan, con pánico en su voz.
Victoria se encogió de hombros con indiferencia. «Tal vez se escapó volando.»
El corazón de Nathan se hundió. Sabía que Victoria tenía algo que ver con la desaparición de Bruno pero no tenía pruebas.
Elena estaba inconsolable. Perder a Bruno fue como perder otra parte de su esposo una vez más. Nathan se sentía impotente y enfadado pero no sabía cómo arreglar las cosas.
Al final, el periquito que se suponía traería alegría solo reveló las grietas en su familia. Nathan continuó trabajando incansablemente, tratando de apoyar a todos, pero el peso de sus responsabilidades crecía cada día más pesado. Victoria permaneció distante e indiferente, más absorta en su propio mundo que nunca antes.
Elena nunca tuvo otra mascota. La casa se sentía más vacía que nunca y Nathan no podía sacudirse la sensación de haber fallado a su madre en su momento de necesidad.