«Si Te Divorcias, No Recibirás Tu Herencia,» Amenaza la Abuela
Victoria se sentó en la mesa de su cocina, mirando fijamente la carta en sus manos. Las palabras parecían desdibujarse mientras intentaba procesar lo que acababa de leer. Su madre de 80 años, Cora, le había enviado una carta con un ultimátum que la dejó completamente atónita.
«Si sigues adelante con este divorcio, no recibirás tu herencia,» decía la carta con la pulcra caligrafía cursiva de Cora. Victoria sintió una oleada de incredulidad. ¿Cómo podía su propia madre hacerle esto?
Victoria había estado casada con Roberto durante 30 años. Su matrimonio había estado lejos de ser perfecto, pero habían logrado criar a una hermosa hija, Madeline, que ahora tenía 30 años. Sin embargo, los últimos años habían sido particularmente duros. La bebida de Roberto se había convertido en un problema serio y Victoria finalmente había llegado a su límite. Había solicitado el divorcio hace seis meses, esperando encontrar algo de paz y comenzar un nuevo capítulo en su vida.
Pero ahora, con esta carta de su madre, todo parecía desmoronarse. Victoria sabía que su madre era anticuada y siempre había creído en la santidad del matrimonio, pero nunca esperó que Cora llegara tan lejos.
Victoria levantó el teléfono y llamó a su madre. Después de unos pocos tonos, Cora contestó.
«¿Hola?» La voz de Cora era frágil pero firme.
«Mamá, recibí tu carta,» dijo Victoria, tratando de mantener su voz firme.
«Bien,» respondió Cora. «Lo decía en serio.»
«¿Cómo puedes hacerme esto?» preguntó Victoria, con la voz quebrada. «Sabes por lo que he pasado con Roberto. Sabes lo difícil que ha sido.»
«No me importa,» dijo Cora fríamente. «El matrimonio es un compromiso y debes honrarlo. Si te divorcias de Roberto, no recibirás ni un solo centavo de mí.»
Victoria sintió lágrimas acumulándose en sus ojos. «Mamá, por favor. Necesito tu apoyo ahora, no tus amenazas.»
«Tú te lo buscaste,» dijo Cora antes de colgar el teléfono.
Victoria se quedó allí en silencio atónito, con el teléfono aún pegado a su oído. No podía creer lo que acababa de suceder. Se sentía completamente sola y traicionada.
Esa misma tarde, Madeline vino a ver cómo estaba su madre. Encontró a Victoria sentada en la mesa de la cocina, con la carta aún frente a ella.
«Mamá, ¿qué está pasando?» preguntó Madeline, preocupada.
Victoria le entregó la carta sin decir una palabra. Madeline la leyó rápidamente, sus ojos se abrieron de par en par por la sorpresa.
«La abuela no puede estar hablando en serio,» dijo Madeline. «Esto es una locura.»
«Está hablando en serio,» dijo Victoria en voz baja. «Y no sé qué hacer.»
Madeline se sentó junto a su madre y le tomó la mano. «Lo resolveremos juntas,» dijo. «No tienes que pasar por esto sola.»
Pero a medida que pasaban las semanas, las cosas solo empeoraron. Roberto se enteró del ultimátum de Cora y lo usó como palanca en el proceso de divorcio. Amenazó con alargar el proceso y hacerlo lo más difícil posible para Victoria a menos que ella aceptara sus términos.
Victoria se sentía atrapada y desesperanzada. No quería quedarse en un matrimonio tóxico, pero tampoco podía permitirse perder su herencia. El estrés afectó su salud y comenzó a tener ataques de pánico.
Madeline trató de estar allí para su madre tanto como pudo, pero también estaba lidiando con sus propias luchas. Había perdido su trabajo recientemente y estaba teniendo dificultades para llegar a fin de mes. El estrés adicional de la situación de su madre solo empeoraba las cosas.
Al final, Victoria sintió que no tenía otra opción más que quedarse con Roberto. No podía arriesgarse a perder todo por lo que había trabajado tan duro. La idea de pasar el resto de su vida en un matrimonio infeliz era insoportable, pero no veía otra salida.
A medida que pasaban los años, la relación de Victoria con su madre permaneció tensa. Nunca perdonó a Cora por lo que había hecho y su vínculo, que alguna vez fue cercano, quedó destrozado más allá de toda reparación.
Madeline eventualmente encontró un nuevo trabajo y se mudó a otra comunidad autónoma, pero siempre se preocupaba por su madre. Sabía que Victoria era infeliz y se sentía culpable por no poder hacer más para ayudarla.
Al final, la vida de Victoria estaba muy lejos del nuevo comienzo que una vez había esperado. Permaneció atrapada en un matrimonio sin amor, atormentada por las decisiones que se vio obligada a tomar.