«Nunca llegué a congeniar con mi nuera, pero cuando mi hijo decidió divorciarse de ella, intervine»: Sí, Scarlett es un espíritu libre, pero te acepta tal como eres
La señora Gómez siempre se había enorgullecido de su capacidad para mantener la mente abierta. Sin embargo, cuando su hijo, Aaron, anunció su compromiso con Scarlett, encontró su tolerancia puesta a prueba. Scarlett era todo lo que la señora Gómez no era: un espíritu libre, una artista que veía belleza en el caos y, lo más notable, no muy inclinada a mantener un hogar ordenado.
Las raras ocasiones que la señora Gómez visitaba a Aaron y Scarlett en la ciudad siempre eran un desafío para ella. El viaje era largo y agotador, y el estado de su apartamento nunca dejaba de inquietarla. Esta vez, sin embargo, su visita tenía un propósito más apremiante. Aaron la había llamado una semana antes, sonando derrotado, diciendo que estaba considerando el divorcio. La noticia había golpeado a la señora Gómez con una mezcla de emociones. Por un lado, se sintió vindicada: nunca había visto a Scarlett como una pareja adecuada para su meticuloso hijo. Sin embargo, otra parte de ella, la parte que veía la felicidad de su hijo como lo más importante, estaba profundamente entristecida.
A su llegada, Scarlett, siempre la anfitriona amable a pesar de las circunstancias, la recibió con los brazos abiertos. El apartamento estaba en su habitual estado de desorden creativo, con materiales de arte esparcidos por las superficies y la ropa acumulada en las esquinas. La señora Gómez se mordió la lengua, recordándose a sí misma por qué estaba allí.
Durante la cena, Aaron compartió sus frustraciones. «Mamá, ya no puedo vivir así. No es solo el desorden; es todo. Somos personas fundamentalmente diferentes», confesó, luciendo más derrotado que enfadado.
La señora Gómez escuchó, con el corazón apesadumbrado. Nunca había sido la mayor admiradora de Scarlett, pero no podía negar el amor que una vez floreció entre Aaron y Scarlett. Era un amor que aceptaba, incluso celebraba, sus diferencias.
«Entiendo, Aaron. Pero recuerda, el matrimonio se trata de compromiso. Scarlett te acepta por quien eres. Apoya tu carrera, tus hábitos, incluso tus peculiaridades. ¿Has pensado en lo que podrías estar perdiendo?» La señora Gómez preguntó suavemente.
Aaron guardó silencio. La conversación cambió, pero el tema del divorcio permaneció como una sombra sobre la velada.
Al día siguiente, la señora Gómez regresó a casa, esperanzada de que sus palabras hubieran tenido un impacto. Sin embargo, semanas después, Aaron llamó para decir que había seguido adelante con el divorcio. Sonaba aliviado, pero la señora Gómez detectó una nota de arrepentimiento en su voz.
El divorcio fue amistoso, pero las consecuencias no lo fueron. Aaron se sumergió en su trabajo, volviéndose más reclusivo. Scarlett se mudó fuera de la ciudad, su vibrante presencia ahora un recuerdo en el apartamento que una vez compartieron.
Las visitas de la señora Gómez a la ciudad se hicieron menos frecuentes. El apartamento, ahora meticulosamente ordenado, se sentía frío y sin vida sin el toque caótico de Scarlett. La señora Gómez no pudo evitar sentir un atisbo de culpa. Había intervenido, esperando salvar su matrimonio, pero al final, sus esfuerzos fueron en vano. Aaron había perdido más que una esposa; había perdido una parte de sí mismo que Scarlett había traído a la vida.