Una Vida No Vivida: «Quería vivir para mí, no solo para mi hijo y mis nietos»
Bernardo siempre fue un hombre de deber. Desde el nacimiento de su hijo, Jaime, dedicó toda su energía a asegurarle una vida cómoda, cuidando de que a Jaime no le faltara de nada. Cuando Jaime creció y tuvo sus propios hijos, Bernardo se ocupó de sus nietos, Lucas y Sofía, con el mismo empeño. Su vida fue una serie de sacrificios, poniendo siempre las necesidades de su familia por delante.
Durante años, Bernardo soñó con viajar por el mundo, descubrir culturas lejanas a la suya, e incluso instalarse en un pintoresco pueblo en Italia o en España. Era apasionado por la pintura, y la idea de pasar sus días capturando la belleza del mar Mediterráneo en lienzo era un sueño que guardaba cerca de su corazón. Pero siempre había algo que requería su atención, una razón para posponer sus sueños. Primero, estaba la educación de Jaime, luego la hipoteca, y finalmente ayudar a Jaime a criar a Lucas y Sofía.
Débora, el amor de instituto de Bernardo y su esposa durante 40 años, compartía sus sueños de aventuras y arte. Juntos, a menudo hablaban hasta tarde en la noche sobre los lugares que visitarían y las experiencias que vivirían juntos, si fueran libres de sus obligaciones. Pero con el paso de los años, estas conversaciones se volvían cada vez más escasas, reemplazadas por discusiones sobre citas médicas, reuniones escolares y reparaciones domésticas.
Una fría noche de noviembre, mientras la casa estaba tranquila y los nietos dormían, Bernardo se encontró solo en su estudio, rodeado de guías turísticas y cuadros inacabados. Fue entonces cuando realmente fue golpeado por el peso de sus sueños incumplidos. Se dio cuenta de que había pasado tanto de su vida viviendo para los demás, que había olvidado vivir para sí mismo. La pasión y la emoción que una vez alimentaron sus sueños habían sido reemplazadas por un profundo sentimiento de arrepentimiento.
Determinados a cambiar las cosas, Bernardo y Débora finalmente decidieron partir hacia el viaje tan esperado a Italia. Planeaban pasar un mes explorando el campo, visitando galerías de arte y sumergiéndose en la cultura local. Iba a ser el viaje de su vida, una oportunidad para realizar los sueños que habían dejado de lado durante tanto tiempo.
Pero el destino tenía otros planes. Unas semanas antes de su partida, Débora enfermó. Lo que comenzó como un malestar leve se volvió rápidamente grave, y todos sus planes se vinieron abajo. Bernardo se encontró en el papel familiar de cuidador, pero esta vez para el amor de su vida.
El estado de Débora empeoró, y Bernardo pasó cada momento a su lado, sus sueños de Italia y una vida vivida para sí mismo alejándose cada vez más. Cuando Débora falleció, Bernardo se quedó con un profundo sentimiento de pérdida, no solo por su amada esposa, sino también por la vida que nunca pudieron vivir juntos.
Finalmente, Bernardo se dio cuenta de que el tiempo de vivir para uno mismo no es una promesa para el futuro, sino una posibilidad presente. Sin embargo, para él, esta toma de conciencia llegó demasiado tarde. Su historia sirve como un recordatorio conmovedor de la importancia de realizar nuestros propios sueños antes de que el tiempo decida por nosotros.