«Ella Cocinaba y Limpiaba para Ellos, Pero Nunca Preguntaron por su Hijo Enfermo»

En un pequeño pueblo junto a un sereno lago en el norte de España, vivía una mujer llamada Carmen. Carmen era conocida por su cálida hospitalidad y su acogedora, aunque modesta, casa. Cada verano, su hogar se llenaba con las risas y charlas de los invitados que venían a disfrutar de las refrescantes aguas del lago y su belleza escénica.

La casa de Carmen no era grande, pero ella se las arreglaba. Tenía un don para hacer que todos se sintieran bienvenidos, y su cocina era legendaria. Sus invitados alababan sus tartas caseras, sus abundantes desayunos y sus deliciosas cenas. Carmen se enorgullecía de su capacidad para crear un ambiente cálido y acogedor para todos los que la visitaban.

Sin embargo, este verano era diferente. El hijo de Carmen, Tomás, había sido diagnosticado con una enfermedad grave. La noticia había destrozado su mundo, pero ella intentaba mantener una cara valiente para sus invitados. No quería cargarles con sus problemas, así que continuaba cocinando y limpiando, asegurándose de que todos tuvieran una estancia agradable.

Los invitados llegaban en masa, como cada año. Familias con niños llenaban la pequeña casa de Carmen, sus risas resonando por los pasillos. Los niños jugaban junto al lago, chapoteando en el agua y construyendo castillos de arena en la orilla. Los padres se relajaban en el porche, bebiendo té helado y disfrutando de la vista.

Carmen trabajaba incansablemente para que todo funcionara sin problemas. Se levantaba temprano para preparar el desayuno, pasaba el día limpiando después de los invitados y se quedaba despierta hasta tarde para asegurarse de que todo estuviera perfecto para el día siguiente. Estaba agotada, pero no se quejaba. Quería que sus invitados tuvieran un tiempo maravilloso.

A pesar de sus esfuerzos, Carmen no podía evitar sentir una punzada de tristeza. Ninguno de sus invitados había preguntado por Tomás. Estaban demasiado ocupados disfrutando de sus vacaciones para notar la tensión en sus ojos o el cansancio en su sonrisa. No veían la preocupación grabada en su rostro ni cómo se escabullía para revisar a Tomás cuando pensaba que nadie la veía.

Una noche, mientras Carmen limpiaba después de la cena, escuchó una conversación entre dos de sus invitados. Estaban discutiendo sus planes para el día siguiente, hablando emocionados sobre un paseo en barco que habían planeado. Carmen sintió un nudo en la garganta. Quería unirse a ellos, disfrutar del lago y olvidar sus preocupaciones por un rato. Pero sabía que no podía dejar solo a Tomás.

A medida que pasaban los días de verano, el agotamiento de Carmen crecía. Estaba funcionando al límite, tanto física como emocionalmente. Anhelaba que alguien preguntara por Tomás, que mostrara que les importaba ella y su hijo. Pero nadie lo hizo.

Una tarde particularmente calurosa, Carmen se encontró sentada en los escalones del porche, viendo a los niños jugar junto al lago. Sintió una lágrima deslizarse por su mejilla mientras pensaba en Tomás acostado en su habitación, demasiado débil para unirse a la diversión. Deseaba poder cambiar lugares con él, quitarle su dolor y darle el verano despreocupado que merecía.

Los invitados continuaron viniendo y yéndose, ajenos a la lucha silenciosa de Carmen. Disfrutaron de sus vacaciones, dejando atrás recuerdos de risas y alegría. Pero para Carmen, este verano sería recordado como un tiempo de dolor y soledad.

Cuando los últimos invitados empacaron y se fueron, Carmen se quedó en su porche viendo cómo se alejaban en coche. Sintió un alivio al saber que el verano había terminado, pero también una profunda tristeza porque nadie se había tomado el tiempo de preguntar por Tomás. Sabía que seguiría cuidando de él, luchando por su salud y felicidad, pero no podía evitar sentirse abandonada por aquellos a quienes había acogido en su hogar.

Carmen se dio la vuelta y entró en su casa, cerrando la puerta detrás de ella. Las risas y charlas se habían ido, reemplazadas por un pesado silencio. Respiró hondo y se dirigió a la habitación de Tomás, decidida a estar allí para él sin importar qué.