«No Puedo Pedirle a Raúl que Devuelva el Dinero. Simplemente No Lo Tiene»: ¿En Qué Estaba Pensando al Dejar Su Trabajo? Ahora Tenemos que Mantener a Mi Hermano
Aria se sentó en la mesa de la cocina, sus dedos tamborileando rítmicamente contra la superficie de madera. Tomó una respiración profunda, tratando de calmar sus nervios. Frente a ella, David parecía igualmente tenso, sus ojos recorriendo la habitación como si buscara una ruta de escape.
«Entiendo que es tu hermano y quieres ayudarlo,» comenzó Aria, eligiendo sus palabras con cuidado. «Pero ya lo hemos ayudado. Le prestamos una cantidad significativa de dinero cuando lo pidió. Le permitimos devolverlo más tarde porque no pudo hacerlo a tiempo. Supongo que podríamos esperar un poco más, pero tenemos que pagar nuestras propias facturas…»
David suspiró, pasándose una mano por el cabello. «Lo sé, Aria. Pero Raúl está en una situación difícil ahora mismo. Perdió su trabajo y está luchando para llegar a fin de mes.»
Los ojos de Aria se suavizaron por un momento, pero rápidamente se endureció. «Lo entiendo, David. Pero ¿en qué estaba pensando al dejar su trabajo sin tener otro asegurado? No podemos seguir rescatándolo cada vez que toma una mala decisión.»
David miró hacia abajo, incapaz de sostener su mirada. «Pensó que podría encontrar algo mejor. Estaba infeliz allí.»
Aria negó con la cabeza, la frustración burbujeando dentro de ella. «Todos tenemos trabajos que no nos gustan en algún momento, pero nos quedamos porque tenemos responsabilidades. Tenemos nuestras propias facturas que pagar, y ahora también estamos manteniendo a tu hermano.»
David finalmente levantó la mirada, sus ojos suplicantes. «Solo un poco más de tiempo, Aria. Encontrará algo pronto, te lo prometo.»
Aria suspiró, sintiendo el peso de la situación presionando sobre sus hombros. «Espero que tengas razón, David. Pero no podemos seguir haciendo esto para siempre.»
Las semanas se convirtieron en meses, y Raúl aún no había encontrado un nuevo trabajo. La tensión en las finanzas de Aria y David crecía con cada día que pasaba. Redujeron gastos, dejaron de salir con amigos y hasta pospusieron algunas reparaciones necesarias en casa.
Una noche, mientras Aria revisaba los extractos bancarios, sintió un nudo formarse en su estómago. «David, no podemos seguir así,» dijo, su voz temblando.
David miró por encima de su hombro los números en la pantalla. «Lo sé,» admitió en voz baja.
Aria cerró los ojos, tratando de contener las lágrimas. «Necesitamos hablar con Raúl. Tiene que entender que no podemos mantenerlo indefinidamente.»
Al día siguiente, invitaron a Raúl a cenar. La atmósfera era tensa mientras se sentaban alrededor de la mesa, el peso de las palabras no dichas colgando en el aire.
«Raúl,» comenzó Aria suavemente, «necesitamos hablar sobre el dinero.»
El rostro de Raúl se ensombreció y miró hacia su plato. «Sé que os debo,» dijo en voz baja. «Estoy tratando de encontrar un trabajo, de verdad.»
David extendió la mano y colocó una mano en el hombro de su hermano. «Te creemos, Raúl. Pero no podemos seguir manteniéndote así. Tenemos nuestras propias facturas que pagar.»
Raúl asintió lentamente, las lágrimas acumulándose en sus ojos. «Lo siento,» susurró.
La conversación terminó sin una resolución clara, y la tensión entre los hermanos permaneció palpable. A medida que las semanas se convirtieron en meses, Raúl seguía luchando por encontrar un empleo estable. La tensión financiera pasó factura en la relación de Aria y David, llevando a frecuentes discusiones y noches sin dormir.
Al final, la carga se volvió demasiado pesada para Aria. Ella y David se distanciaron, su vínculo antes fuerte debilitado por el constante estrés y la presión financiera. Raúl eventualmente encontró un trabajo a tiempo parcial, pero fue demasiado poco y demasiado tarde.
La familia quedó fracturada y luchando, cada miembro lidiando con su propio sentido de culpa y arrepentimiento.