«Estoy Enfermo, Necesito Ir a Casa de Mi Madre,» Dijo Aarón, Dejando a Su Esposa con Dos Niños
Aarón llevaba unos días sintiéndose mal. Empezó con una tos leve y un poco de fiebre, pero para cuando llegó a casa del trabajo el miércoles, estaba visiblemente enfermo. Su esposa, Lucía, lo notó de inmediato.
«Aarón, tienes muy mala cara,» dijo Lucía, con preocupación en el rostro mientras sostenía a su hija menor, Clara, en la cadera. Su hijo mayor, Mateo, jugaba con sus juguetes en el salón.
«Lo sé,» respondió Aarón, hundiéndose en el sofá. «Creo que he pillado algo en el trabajo.»
La mente de Lucía empezó a correr. Lo último que necesitaban era que los dos niños se enfermaran. Había escuchado historias de terror de otras madres sobre lo rápido que las enfermedades podían propagarse en una casa. «Quizás deberías ir a casa de tu madre unos días,» sugirió. «Solo hasta que te sientas mejor. No podemos arriesgarnos a que los niños se enfermen.»
Aarón asintió lentamente. «Sí, podría ser una buena idea. La llamaré y veré si está bien.»
Después de una breve llamada telefónica, Aarón empacó una pequeña bolsa y besó a Lucía y a los niños antes de irse. «Volveré tan pronto como me sienta mejor,» prometió.
Lucía lo vio irse, sintiendo una mezcla de alivio y ansiedad. Sabía que era la decisión correcta, pero también sabía que sería difícil manejar todo sola.
La primera noche sin Aarón fue desafiante pero manejable. Lucía acostó a los niños temprano e intentó descansar un poco ella misma. Pero a la mañana siguiente, las cosas empezaron a desmoronarse.
Mateo se despertó con la nariz mocosa y un poco de fiebre. El corazón de Lucía se hundió. Le dio a Mateo algo de medicina y esperó que solo fuera un resfriado leve. Pero para la tarde, Clara también mostraba síntomas.
Lucía llamó a Aarón para ponerlo al tanto. «Ahora los dos niños están enfermos,» dijo, tratando de mantener la voz firme.
«Lo siento mucho, Lucía,» respondió Aarón, sonando débil él mismo. «Ojalá pudiera estar allí para ayudar.»
«Lo sé,» dijo Lucía, conteniendo las lágrimas. «Solo concéntrate en mejorar.»
Los siguientes días fueron un torbellino de noches sin dormir y cuidados constantes. La fiebre de Mateo subió y Clara desarrolló una tos horrible. Lucía sentía que estaba funcionando con lo mínimo, apenas capaz de mantenerse al día con las demandas de dos niños enfermos.
Aarón llamaba todos los días para ver cómo estaban, pero su condición tampoco mejoraba. Estaba postrado en cama en casa de sus padres, incapaz de ofrecer ayuda real.
Una noche particularmente difícil, Lucía se encontró sentada en el suelo del baño con Clara en brazos, tratando de calmarla mientras lloraba inconsolablemente. Mateo estaba en su habitación, dando vueltas en la cama.
Lucía se sentía completamente sola y abrumada. Nunca había imaginado que sería tan difícil. Extrañaba desesperadamente a Aarón y deseaba que pudiera estar allí para compartir la carga.
Al final de la semana, Lucía estaba física y emocionalmente agotada. Los niños empezaban a recuperarse lentamente, pero ella sentía que había envejecido años en solo unos días.
Cuando Aarón finalmente regresó a casa, todavía estaba débil pero mejorando. Abrazó fuertemente a Lucía, sintiendo el peso que había recaído sobre ella.
«Siento mucho que hayas tenido que pasar por esto sola,» dijo, con la voz llena de arrepentimiento.
Lucía asintió, con lágrimas corriendo por su rostro. «Hicimos lo que pensamos que era mejor,» dijo suavemente. «Pero fue muy difícil.»
Mientras se sentaban juntos en el sofá, viendo a sus hijos jugar tranquilamente, ambos se dieron cuenta de que a veces incluso los planes mejor trazados pueden salir mal. Y en esos momentos, todo lo que puedes hacer es aguantar y esperar días mejores por venir.