«Papá Encontró la Felicidad con Otra Mujer, Mientras Mamá Cayó en la Desesperación: ¿Fue Culpa de Papá?»
Los primeros recuerdos de Savannah eran una mezcla de confusión y tristeza. Recordaba cómo su madre, Clara, se tumbaba en el sofá del salón durante horas, apenas moviéndose. La espalda de Clara, delgada y frágil, a menudo era visible a través de su desgastado camisón. Era un contraste marcado con la mujer vibrante que solía ser. Savannah no entendía por qué su madre había cambiado tanto, pero sabía que tenía algo que ver con su padre, Luis.
Luis siempre había sido un hombre carismático. Tenía una manera de hacer reír a la gente y hacer que se sintieran a gusto. Pero a medida que Savannah crecía, notaba que su encanto a menudo se dirigía a otras mujeres. Una mujer en particular, Noelia, parecía captar su atención más que nadie. Noelia era todo lo que Clara no era: joven, vivaz y llena de energía.
A principios de los años 90, su pequeño pueblo en Castilla-La Mancha era un lugar donde todos conocían los asuntos de los demás, pero nadie hablaba de las cosas que realmente importaban. La salud mental era un tema tabú y el divorcio todavía se veía como un fracaso escandaloso. Así que cuando Luis empezó a pasar más tiempo con Noelia y menos tiempo en casa, la gente susurraba pero nunca intervenía.
El recuerdo más vívido de Savannah de esa época fue el día en que Luis trajo a casa un coche nuevo. Era un descapotable rojo y elegante que parecía simbolizar todo lo que él quería en la vida: libertad, emoción y un nuevo comienzo. Llevó a Savannah a dar una vuelta y por un momento, ella se sintió especial. Pero cuando regresaron a casa, la vista de su madre tumbada en el sofá la devolvió a la realidad.
La depresión de Clara se profundizaba con cada día que pasaba. Dejó de cocinar comidas, dejó de limpiar la casa y dejó de preocuparse por sí misma. Savannah intentaba ayudar, pero solo era una niña. No sabía cómo sacar a su madre de la oscuridad que la había consumido.
Luis se mudó poco después de traer el coche nuevo a casa. Dijo que necesitaba espacio para aclarar las cosas, pero estaba claro para todos que ya había tomado su decisión. Se mudó con Noelia, dejando a Clara y Savannah para valerse por sí mismas.
La casa se sentía más vacía sin la presencia de Luis, pero también se sentía más pesada con el peso de la desesperación de Clara. Savannah volvía del colegio para encontrar a su madre en el mismo lugar en el sofá, mirando fijamente la televisión. El hogar que una vez fue cálido y amoroso se había vuelto frío y sin vida.
Savannah intentaba hablar con su madre, hacer que comiera algo o se duchara, pero Clara solo asentía distraídamente y seguía mirando al vacío. Las pocas veces que Clara hablaba era para preguntar por Luis: dónde estaba, qué estaba haciendo, si alguna vez hablaba de ellas. Savannah no tenía el corazón para decirle a su madre que Luis había seguido adelante con su vida.
Con el paso de los años, Savannah aprendió a cuidarse sola. Cocinaba sus propias comidas, lavaba su propia ropa e incluso consiguió un trabajo a tiempo parcial para ayudar a pagar las facturas. Pero por mucho que lo intentara, no podía llenar el vacío dejado por la ausencia de su padre ni curar las heridas infligidas por la depresión de su madre.
Savannah a menudo se preguntaba si todo era culpa de Luis. Si él se hubiera quedado, ¿habrían sido las cosas diferentes? ¿Habría encontrado Clara una salida a su depresión? ¿O era inevitable que su familia se desmoronara? Estas preguntas atormentaron a Savannah hasta bien entrada la adultez.
Al final, no hubo una resolución feliz para la familia de Savannah. Clara nunca se recuperó de su depresión y falleció cuando Savannah estaba en la universidad. Luis continuó su vida con Noelia, aparentemente indiferente al desastre que dejó atrás.
Savannah llevó consigo las cicatrices de su infancia, siempre cuestionando qué podría haberse hecho diferente. Juró nunca dejar que la historia se repitiera en sus propias relaciones, pero la sombra del matrimonio roto de sus padres se cernía sobre cada decisión que tomaba.