«Por la Tacañería de Mi Marido, Tuvimos que Divorciarnos»: Él Dice que Me Arrepentiré de Dejarlo»
Bruce y yo nos conocimos en la universidad, y desde el principio, siempre hablaba de su sueño de tener una casa propia. Era su objetivo final, algo que quería más que cualquier otra cosa. Admiraba su ambición y determinación, y cuando nos casamos, estaba emocionada de trabajar juntos hacia ese sueño.
Ambos teníamos trabajos decentes después de graduarnos. Yo trabajaba como coordinadora de marketing, y Bruce era ingeniero. Decidimos que con nuestros ingresos combinados, podríamos ahorrar para el pago inicial de una casa mucho más rápido. Parecía un plan sólido, y yo estaba completamente a bordo.
Sin embargo, la obsesión de Bruce por ahorrar dinero rápidamente se volvió abrumadora. Examinaba cada centavo que gastábamos. Al principio, pensé que solo estaba siendo cuidadoso con nuestras finanzas, pero pronto se convirtió en algo mucho más extremo.
Dejamos de salir a comer, incluso en ocasiones especiales. Bruce insistía en que podíamos cocinar en casa por una fracción del costo. Nuestras noches de cita se convirtieron en noches viendo la televisión en nuestro viejo y desgastado sofá porque se negaba a gastar dinero en entretenimiento. Incluso sugirió que canceláramos nuestra suscripción a internet para ahorrar más dinero, pero ahí puse mi límite.
La frugalidad de Bruce se extendió a todos los aspectos de nuestras vidas. Compraba los comestibles más baratos, incluso si eso significaba sacrificar la calidad. Nuestras comidas se volvieron insípidas y repetitivas. Se negaba a comprar ropa nueva, y me encontraba remendando las viejas solo para hacerlas durar más. No íbamos de vacaciones ni siquiera escapadas de fin de semana porque Bruce las veía como gastos innecesarios.
Intenté hablar con él sobre encontrar un equilibrio entre ahorrar para la casa y disfrutar nuestras vidas en el presente, pero no cedía. Estaba convencido de que cada dólar ahorrado nos acercaba más a su sueño. Empecé a sentirme como si estuviera viviendo en una prisión de tacañería.
La gota que colmó el vaso fue cuando Bruce sugirió que nos mudáramos a un apartamento más pequeño para ahorrar en el alquiler. Nuestro lugar actual ya era modesto, y la idea de reducir aún más era insoportable. Me di cuenta de que la obsesión de Bruce por ahorrar dinero había tomado completamente nuestras vidas.
Me sentía atrapada y asfixiada. Nuestra relación se había convertido en todo sobre el dinero, y ya no había espacio para el amor o la felicidad. No podía ver un futuro donde ambos fuéramos felices si las cosas continuaban así.
Una noche, después de otra discusión sobre dinero, le dije a Bruce que no podía seguir así. No podía vivir mi vida sacrificándolo todo constantemente por un futuro que parecía tan lejano. Estaba sorprendido y herido, pero sabía en el fondo que era la decisión correcta para mí.
Poco después de esa conversación, presentamos la solicitud de divorcio. Bruce me dijo que me arrepentiría de dejarlo, que estaba renunciando a nuestro sueño demasiado fácilmente. Pero sabía que quedarse en una relación donde el dinero importaba más que el amor y la felicidad no valía la pena.
Mientras me mudaba de nuestro apartamento y comenzaba a reconstruir mi vida, sentí una sensación de alivio. No fue fácil, pero sabía que había tomado la decisión correcta para mi propio bienestar. A veces, tienes que dejar ir algo que una vez pensaste que era importante para encontrar la verdadera felicidad.