«Crió a Sus Hijos para Evitar Problemas en la Vejez: Pero Ellos Eligieron Casarse»
Adela siempre tuvo claro una cosa: quería tener hijos. Creciendo en un pequeño pueblo de Castilla-La Mancha, vio a muchas de sus amigas casarse y formar familias, pero ella nunca encontró a la persona adecuada para asentarse. Eso no la detuvo en su sueño de ser madre.
Adela tuvo dos hijos, Nacho y Cristian, pero nunca reveló quiénes eran sus padres. Los vecinos del pueblo a menudo chismorreaban sobre ella, especulando sobre la identidad de los padres, pero a Adela no le importaba. Era una mujer fuerte e independiente que trabajaba duro para mantener a su familia. Logró conseguir un puesto como gerente de una tienda de comestibles local, un trabajo que muchos se preguntaban cómo había obtenido dada su falta de educación formal.
Nacho y Cristian crecieron muy unidos a su madre. Adela les inculcó los valores del trabajo duro, la lealtad y la importancia de la familia. A menudo les decía que esperaba que se quedaran cerca de ella a medida que crecieran, para no tener que preocuparse por estar sola en su vejez.
A medida que los chicos se convirtieron en hombres, permanecieron devotos a su madre. Nacho era el más extrovertido de los dos, siempre dispuesto a ayudar a su madre con las tareas del hogar o hacer recados para ella. Cristian era más callado pero igualmente dedicado, a menudo pasaba las noches hablando con Adela sobre sus sueños y aspiraciones.
Sin embargo, al entrar en sus veintes, tanto Nacho como Cristian comenzaron a sentir el tirón de la independencia. Nacho conoció a Isabel en un evento comunitario local y rápidamente se enamoraron. Cristian, por otro lado, conoció a Cora a través de amigos en común y se sintió igualmente cautivado.
Adela observó cómo las vidas de sus hijos comenzaban a girar en torno a sus nuevas relaciones. Intentó ser comprensiva, pero en el fondo sentía un miedo punzante. ¿Qué pasaría con ella si decidían casarse y mudarse? Siempre había imaginado que se quedarían cerca, quizás incluso viviendo con ella mientras formaban sus propias familias.
A pesar de sus miedos, Adela puso buena cara y apoyó las decisiones de sus hijos. Nacho se casó con Isabel en una pequeña ceremonia en la iglesia local, y Cristian hizo lo mismo un año después con Cora. Ambas parejas se mudaron a ciudades cercanas en busca de mejores oportunidades laborales, dejando a Adela sola en la casa que una vez estuvo llena de risas y actividad.
Al principio, Nacho y Cristian visitaban a menudo, llevando a sus esposas para las cenas dominicales y las celebraciones festivas. Pero con el tiempo, sus visitas se hicieron menos frecuentes. Estaban ocupados construyendo sus propias vidas, y Adela se encontraba pasando cada vez más tiempo sola.
La soledad pesaba mucho sobre Adela. Extrañaba los días en que sus hijos eran pequeños y dependían de ella para todo. Ahora, era ella quien los necesitaba, pero estaban demasiado ocupados para darse cuenta. Intentó llenar sus días con trabajo y aficiones, pero nada podía reemplazar el vacío dejado por la ausencia de Nacho y Cristian.
Una noche particularmente fría de invierno, Adela cayó enferma. Llamó a Nacho y Cristian, esperando que alguno pudiera venir a ayudarla, pero ambos estaban ocupados con compromisos laborales. Adela pasó la noche sola, temblando bajo una pila de mantas y preguntándose cómo había llegado a esto.
Al final, fue un vecino quien encontró a Adela a la mañana siguiente y la llevó al hospital. Nacho y Cristian llegaron más tarde ese día, llenos de culpa y arrepentimiento por no haber estado allí cuando su madre más los necesitaba.
Adela se recuperó físicamente, pero el impacto emocional fue más difícil de sanar. Se dio cuenta de que a pesar de sus mejores esfuerzos por criar a sus hijos para que se quedaran cerca y la apoyaran en su vejez, la vida los había llevado en direcciones diferentes. Había esperado un futuro donde todos estuvieran juntos, pero la realidad tenía otros planes.